Читать книгу Polarizados. ¿Por qué preferimos la grieta? (aunque digamos lo contrario) онлайн
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En síntesis, la gestualidad dialoguista del nuevo presidente y el nuevo clima de unidad que parecía configurar la pandemia prometían derretir el escenario de polarización y dejar atrás esa “manera de hacer política”. Pero no, sucedió todo lo contrario: rápidamente los sobreactuados consensos iniciales se desarmaron y quedaron a la luz profundas divergencias ideológicas en el abordaje de la crisis: en la esfera política y mediática surgió una intensa competencia narrativa entre la libertad y la protección. Incluso la experiencia subjetiva pandémica quedó sobredeterminada por las posibilidades afectivas de la polarización política, que en este tema mostraba toda su profundidad ya que hasta las percepciones de riesgo de los ciudadanos y sus conductas sanitarias fueron sustancialmente distintas en virtud de sus inclinaciones políticas. Los estudios empíricos empezaron a mostrar percepciones y “comportamientos sanitarios” diversos entre votantes oficialistas o votantes opositores; al igual que en Estados Unidos, donde los votantes de Donald Trump por ejemplo rechazaron masivamente el uso de barbijo y luego la vacuna. El conflicto político mostraba sus marcas en el cuerpo y la polarización involucraba ahora cuestiones concernientes a la vida y la muerte. Lejos de pacificarse, los afectos políticos se siguieron cargando de ira.