Читать книгу Polarizados. ¿Por qué preferimos la grieta? (aunque digamos lo contrario) онлайн

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Justamente, en las últimas décadas algunos desarrollos teóricos que interpretaban el populismo avanzaron en esta dirección incorporando, además, los aspectos positivos y beneficiosos de la organización del campo de la política en términos de polarización dicotómica. De hecho, esta matriz interpretativa (que reconoce distintos linajes pero que sin lugar a dudas se alimenta de la teoría política de Carl Schmitt en la primera mitad del siglo XX y de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en el fin del mismo siglo e inicios del XXI) está presente en varios escenarios latinoamericanos y nutrió también algunos debates sobre las democracias europeas, especialmente en España y en Grecia. Algunos años más tarde, muchos marcos teóricos abiertamente de derecha aceptarán los núcleos centrales de esos desarrollos que inicialmente surgieron más próximos al “populismo de izquierda”.

Alrededor del fenómeno que estamos abordando, existe otra pregunta central: ¿se trata de algo novedoso? Esquematizando un poco, podríamos describir dos posibles respuestas antagónicas, o polarizadas. De un lado, la tesis según la cual la grieta no sería sino un nuevo capítulo, una nueva manifestación de la atávica contradicción que mueve la historia argentina: unitarios versus federales, radicales versus consevadores, peronistas versus antiperonistas, etc. Nada nuevo bajo el sol. Si bien resulta evidente que la actual confrontación política tiene continuidades con antiguos conflictos que atravesaron nuestro desarrollo histórico, advertimos novedades y rupturas que consideramos importante alumbrar. Por ejemplo: el enfrentamiento entre macrismo y kirchnerismo poco tiene que ver con la rivalidad entre radicales y peronistas de la década del ochenta, donde el contraste ideológico no era tan nítido como sí resulta ahora. Un segundo aspecto novedoso concierne a la creciente segregación ideológica de la sociedad argentina. Aludimos a la disolución de un espacio discursivo común: macristas y kirchneristas no habitan el mismo territorio cognitivo, hemos dejado de compartir una dieta mediática común, ya no vemos los mismos programas ni comentamos los mismos hechos, vivimos presos de agendas públicas crecientemente autonomizadas unas de otras. Retomaremos este inquietante aspecto sobre el final de este capítulo.

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