Читать книгу Polarizados. ¿Por qué preferimos la grieta? (aunque digamos lo contrario) онлайн
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Podríamos describir este proceso de partidización de los medios de comunicación en términos de un “retorno a los orígenes”, ya que se trata de una tradición que venía del siglo XIX (el diario La Nación nacía en 1870 bajo el lema “Tribuna de Doctrina” y escrito por intelectuales que eran políticos o ex-presidentes) pero parecía totalmente superada, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX. En efecto, y volviendo a los años ochenta del siglo pasado, el mundo de la prensa gráfica y audiovisual se mostraba en aquella época como un periodismo crítico, que investigaba y producía informes agudos y basados en los hechos, y que ejercía su rol de manera independiente de los partidos políticos aunque no de las ideas que sostenían. Se trataba de una escena mediática típica de la modernidad, donde los medios se presentaban como el escenario común que albergaba a todas las voces y donde los políticos podían ir a presentar sus ideas y el debate se enriquecía con las disidencias (“las dos campanas”) ante cualquier tema relevante que se tratara. Los políticos suscitaban el interés principal y los periodistas asumían el rol de la crítica y la administración equilibrada de la palabra de quienes confrontaban sus ideas. En el escenario actual, los medios no solamente no son plataformas de expresividad política externa a los intereses e ideologías de las empresas que los patrocinan sino que, además, logran la fidelidad de sus públicos justamente porque defienden intereses ideológicos y partidarios concretos. En este nuevo formato, obturar (o denigrar) la palabra de un adversario constituye el eje central del pacto de recepción con sus audiencias. Con relación a nuestro hábitat mediático, y más allá del peso explicativo que le asignemos, resulta evidente el acelerado proceso de partidización de la oferta mediática. La reconfiguración del contrato de lectura de Clarín, y la consolidación de C5N y La Nación+, son algunos de sus ejemplos más conocidos, pero no los únicos.