Читать книгу Polarizados. ¿Por qué preferimos la grieta? (aunque digamos lo contrario) онлайн

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En este sentido, la imagen de una espacio público segregado ideológicamente –más allá de los algoritmos y las cámaras de eco analizadas por Aruguete y Zuazo en este mismo texto– resulta muy disruptiva para nuestra representación clásica de Argentina, que suele identificarse más con las imágenes de la deliberación política clásica, como tal vez existió durante las dos primeras décadas de la democracia recuperada luego de la larga noche de la dictadura. Entre otras fuentes, el cine nos ha aportado escenas de un costumbrismo nacional donde las discusiones políticas en la mesa familiar, entre vecinos de la misma “cuadra”, o los debates furtivos en el mundo del trabajo, eran uno de los rasgos folklóricos más diferenciadores de nuestra politizada vida nacional. Extremando la distopía, asistimos a un fenómeno donde esa convivencia se va reduciendo y esas peleas familiares desaparecen, no tanto por una pulsión acuerdista sino porque desaparece la diversidad que le daba sentido y origen a ese desacuerdo expuesto. En un espacio público segregado, no nos exponemos a lo diferente, a otros puntos de vista que nos recuerden la particularidad de nuestra experiencia, la parcialidad de nuestra mirada.

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