Читать книгу Polarizados. ¿Por qué preferimos la grieta? (aunque digamos lo contrario) онлайн

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De cualquier manera, las preguntas siguen abiertas. ¿En qué medida este fenómeno es tan solo un síntoma del nuevo espacio público-digital, con sus segregaciones ideológicas y cognitivas? En cualquier caso, la polarización se encuentra también asociada con el lenguaje y con los entornos cognitivos que habilita cada etapa cultural, tecnológica e histórica.

Por último, surge un interrogante tan relevante como difícil de responder, la polarización: ¿hace bien? ¿Enriquece y ordena el debate democrático o todo lo contrario? Al ser más frecuente escuchar impugnaciones a la grieta (“divide, causa violencia, etc.”) empezaremos por señalar un posible efecto favorable bastante soslayado. La polarización inhibe (¿y revierte?) el proceso de “desencantamiento del voto” (cuyos síntomas más comunes son el crecimiento de la abstención o de los votos “epidémicos” a liderazgos outsiders) que venía provocando hemorragias de legitimidad en los sistemas políticos. En efecto, en sociedades polarizadas aumenta la participación electoral. (2) La polarización pareciera restaurar uno de los sentidos más esenciales del voto: elegir entre opciones que se perciben diferentes, ya que sin esa diferencia la idea misma de “elección” queda debilitada. Ahora bien, la polarización de ninguna manera produce un espacio público idílico. Además de los problemas asociados con la segregación ideológica y la intolerancia, niveles muy agudizados de polarización política aumentan las dificultades para establecer los consensos mínimos que exige el abordaje de algunos de los problemas estructurales del país. Emmanuel Alvarez Agis aborda algunas de estas cuestiones en su capítulo dedicado a la economía (política)

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