Читать книгу Un mundo made in China. La larga marcha hacia la creación de un nuevo orden mundial онлайн
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Comerciantes al fin, los extranjeros necesitaban su propia ley de contratos, elemento esencial que aparece en los tratados que se firman esos años. La Primera Guerra del Opio fue el punto de inflexión que suspendió efectivamente el control de la dinastía Qing sobre su política de comercio exterior, y así las potencias extranjeras, en particular las occidentales, tomaron un mayor control sobre las instituciones económicas y políticas clave. Más aún, por el Tratado de Tianjin de 1858 firmado con Gran Bretaña, no solamente se abren más puertos para el comercio británico (y el río Yangtze), sino que se permitió la radicación del representante de la corona (embajador) en la mismísima Beijing, lo que permitía la presencia de embajadores extranjeros allí donde reside el emperador. Por otra parte y más allá del comercio, se establecieron oficinas consulares y tribunales extranjeros en China, eximiendo a los ciudadanos extranjeros que residían allí de la jurisdicción de la ley local. De allí, también, lo del siglo de la humillación. Extraterritorialidad bajo la cual los extranjeros y sus actividades en China se mantuvieron responsables solo ante la ley extranjera y no ante la ley china.