Читать книгу Viene clareando онлайн

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Entonces advierto que hay dos ojos que también me miran desde adentro, tienen puestos lentes de marco negro muy grueso y tras los lentes una cara pequeña. Desaparece. Sigo mirando la fachada de la casa y veo el llamador de la puerta, es de hierro, es una delicada mano de dama con anillo, dudo en golpear con ella y veo que la cerradura de la puerta es enorme, y pienso que las llaves serán como de museo, que por esa cerradura puede pasar todo, hasta una historia de amor.

En ese momento aparece la señora de los lentes que antes me había estado observando desde la casa; es tan pequeña y gorda que me parece una ranita erguida en dos patas y los bracitos a los costados son un paréntesis sobre ese cuerpo que se bambolea, porque la naturaleza ha querido hacerlo circular, porque las piernas también son un paréntesis por el que se divisa La Rioja, la casa, y el patio con helechos en las macetas rojas. Ella se queda quieta en el umbral, y yo estoy parada frente a la puerta de su casa, y no sé qué edad tengo, ni a dónde he llegado, ni quién soy, porque quisiera ser otra y estar en otra parte, y la miro desde arriba porque ella me da a un poco más del ombligo y me examina con curiosidad. Yo desvío la vista hacia el breve jardín que hay delante de la casa, para que ella me inspeccione tranquila, y veo hacia mi izquierda una planta de calas florecida. Muchas calas blancas, húmedas, frescas, encumbradas en medio del desierto, triunfantes sobre una tierra pelada sobre la que generaciones han pasado la escoba y rociado con agua al atardecer, por el viento de polvo que comienza en marzo y no termina más. Veo las calas y siento el agua que les cae de la canilla que gotea; pienso que nunca me han gustado esas flores porque son de corona de muerto, igual que los claveles, y además porque en Tucumán no hay calas, y si las hay mi mamá tampoco las quiere, porque las últimas que vimos fue cuando velaron a mi padre y entonces se volvieron flores tristes. Pero ahora las observo hermosas, tan blancas, con hojas que son como racimos de agua que quiero tener en mi boca, y me doy cuenta de que siento sed.

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