Читать книгу Viene clareando онлайн

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Durante toda la noche, en las terminales y en la ruta, se veían camiones con soldados armados para el combate, tanques en los perímetros de todas las ciudades, conscriptos del servicio militar apostados en grupos a los costados de los pueblos, helicópteros y aviones de combate rastrillando los cielos.

Entre los pasajeros, algunas caras ya se veían preocupadas, otras exultantes, eufóricas; hablaban sin temor de que volvía el orden y la decencia a la Argentina, de que se iba a morir el perro y a acabar la rabia, y de que este pueblo volvería a gozar de la paz que nunca habría debido perder por obra de los «políticos corruptos y mentirosos».

De nuevo en el camino, el chofer prendió la radio del ómnibus y ella se aseguró de que llevaba el bolso de lona azul. En eso sonó un tango y Berta, a quien nunca le había gustado el tango, sintió cómo esa melodía la aplastaba contra el asiento y le abría un surco en el corazón, porque Jorge Sobral cantaba acompañado por un solo de violín «Fuimos»:

Fuimos la esperanza

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