Читать книгу Viene clareando онлайн

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A estas alturas casi todos los actores proclamaban el fracaso del gobierno y la ineficacia de las instituciones y de la democracia, a la que solo consideraban formal y por eso se la demolía, como se bastardeaba la majestad de la justicia establecida en los tribunales ordinarios, que la mayoría juzgaban inservibles para dar a cada uno lo que le correspondía, aquel viejo concepto de justicia. Entonces las noches estaban llenas de una violencia incomprensible, a menos que se llevara un recuento de por lo menos los últimos veinte años de alianzas y escisiones, destierros y regresos, amnistías y acuerdos entre los protagonistas de la vida política argentina, a los que además de los partidos y sus desmembramientos se sumaban el poder militar y la iglesia como sujetos imprescindibles de la urdimbre sobre la que se había tejido vertiginosamente esta rústica tela que amortajaba a toda una generación.

La gente paulatinamente se habituaba a vivir en la sorpresa y el horror, y la indignación iba dejando paso a una especie de fatalidad hecha de un tiempo que parecía largo y no era demasiado tiempo, en el que una tragedia muda se desarrollaba —porque estaban ausentes de ese escenario las palabras que habían perdido su poder aglutinador—, en la que ya nadie escuchaba a nadie y nadie entendía lo que nadie decía, porque se había soltado la cadena, se había quebrado el significado común de los sustantivos más elementales, y así resultaba que todo se definía por la acción, y ser un hombre de acción, o de armas, que era casi lo mismo, era para gran parte de la sociedad el paradigma.

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