Читать книгу Viene clareando онлайн

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Volvía la música castrense y se repetían uno a uno los comunicados que, llamados «del Estado Mayor Conjunto» y enumerados al modo militar, como una fajina más, salían de la radio desde el número uno en adelante, leídos por una potente voz masculina que, por su dicción, volumen y estilo, hacía recordar otros tantos golpes, enunciados por otros tantos comunicados similares que a nadie sorprendían.

Era lo que se esperaba. Algunos se alegraban y exclamaban que «¡por fin!», que «¡ya era hora!».

Desde inicios del verano se anunciaba el golpe. Se creía que este sería otro más, que rápidamente los militares ordenarían las cosas, como lo venían haciendo a su modo con su elemental sentido de la regularidad desde hacía por lo menos cuarenta y cinco años. Volverían las listas negras: de personas, de diarios, de canciones; los allanamientos, algunos presos políticos, disolver cámaras, proscribir partidos, intervenir algunas provincias, y no mucho más que eso, para pasar a anunciar en algunos meses, o quizá en unos pocos años las próximas elecciones. Videla, que era un militar «bueno», según ya lo presentaba la prensa, tendría el apoyo de los partidos tradicionales que no fueran el peronismo y hasta de algunos sectores progresistas e izquierdas moderados que proponían un «gobierno cívico militar». Con eso, la ciudadanía estaría conforme porque todo habría retomado su curso, para gloria y salud del pueblo argentino a quien todos decían representar.

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