Читать книгу Viene clareando онлайн

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Por eso es que al anochecer se encendía otro Tucumán, en el que patrullaban civiles como si fueran militares en combate, militares como si fueran delincuentes; y todos cargando los «fierros», entre ellos y contra un gobierno que se había servido de todos los protagonistas de esta ópera en rojo y negro, y en que cada uno desde su propia convicción entendía la justicia a su manera y la hacía a su manera y consideraba que, si había una reserva moral, era la propia, y que en definitiva era «legítima defensa» armarse en contra de ese débil y corrupto gobierno democrático, porque había perdido legitimidad y por eso ahora todo valía contra él. Y en medio de ese drama, el poder del estado, la justicia y los congresos languidecían y los partidos de toda la vida y la gente de laburo, impotentes, seguían sin entender nada, esperando que alguien, siempre otro, fuera el que todo lo solucionaría.

Perón se había muerto y no quedaban más que sus discursos llenos de frases hechas que cada uno recitaba fuera de contexto, con tal que le fuera útil a su manera de decretar la realidad.

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