Читать книгу Viene clareando онлайн

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Tucumán estaba otra vez en el ombligo del cuerpo de la nación, como siempre, condenado a dar el primer grito; de donde salían primero los modelos y los proyectos de país y de sociedad y de lucha y de experimento social de toda clase. Tu­cumán, cuna de tres presidentes, del «Tucumanazo» y de la gue­rrilla en los montes y del operativo de exterminio de esa guerrilla. «Tucumán sepulcro de la subversión» como rezaba por esos días el flamante cartel que Bussi había emplazado en el parque más grande de la América del Sur al tiempo del centenario, en su carácter de ejecutor del «Operativo Independencia», cuyo objeto era exterminar la guerrilla —como decía el acta que la Presidente había firmado— que ya para esos días estaba en los montes completamente desarticulada.

Por todo eso es que Berta tenía expresión grave; y sabía que esto sobrepasaba esas pocas líneas escolares que denominaban «alternancia» a ese tiempo de golpes y posteriores gobiernos civiles, algunos más o menos cruentos o permisivos. Porque ya se habían abierto demasiadas fosas, demasiados lutos, demasiada tinta negra en las fotos de La Gaceta, en la que se documentaban los atentados y las venganzas y las represalias. Las condenas particulares, los autos explotados, los militantes desmembrados, los militares humillados, los políticos humillados, las banderas a media asta, los sentidos homenajes, los errores tácticos, los fracasos militares, los éxitos políticos, los asuetos, las huelgas, la represión a esas huelgas, los sepelios civiles y los militares, las marchas, los enfrentamientos a puño, los enfrentamientos armados. Eran muchos años ya de impiedad, injusticia y sinrazón; y recién… amanecía el 24 de marzo de 1976.

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