Читать книгу Viene clareando онлайн

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No los conozco, pero voy hacia los Riera.

Les contaré esta historia, les pediré consuelo y habitación, encontraré las huellas que pudieron quedar en esa vieja finca de esa niña arrogante, inteligente e indomable que fue mi madre, y buscaré si todavía existe el balcón donde enamoró a mi padre, la antigua cerradura de la puerta por donde se deslizaron mensajes, cartas de amor y las instrucciones para escaparse juntos; él un hombre mayor de familia tucumana, casado, ella una niña de dieciséis años, riojana.

No pediré perdón por lo que hicieron mi madre y mi padre.

Voy a mi sangre.

escuchar la radio

Ciudad Loreto no era más que un caserío al que le había quedado ese nombre por el impulso de sus fundadores, quienes seguramente habían chocado con el clima abrasador y la sequía que impedían toda ilusión de industria, de huerto o de progreso que justificara el calificativo de «ciudad». El día avanzaba y los choferes hacían su desayuno. La radio reunía a pasajeros, parroquianos y mozos en la cantina que hacía las veces de terminal. Una marcha militar precedía cada «comunicado». El Estado Mayor Conjunto informaba a los ciudadanos que había tomado el mando del Gobierno, que la señora María Estela Martínez de Perón había cesado en su cargo de Presidente de la República Argentina y que los tres militares mayores de las tres armas ya gobernaban el país iniciando el «Proceso de Reconstrucción Nacional». Se notificaba que en todo el territorio nacional se declaraba el estado de sitio, haciendo saber a la población que debía prestar total colaboración y obediencia a las órdenes que en lo sucesivo impartiría la autoridad militar.

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