Читать книгу Viene clareando онлайн

4 страница из 36

—¿Por qué?, por qué no me hiciste caso, por qué no nos fuimos cuando se podía, por qué no importó todo lo que yo te había dado, por qué no te bastó y seguiste emperrado, persiguiendo esa justicia de la reputa madre. No ves que te vendieron, que te entregaron, ¡seguro que por una cabeza de chancho! Por una cabeza de chancho, así como decías cuando criticabas al Che por haber metido en Bolivia una revolución que ningún boliviano quería.

—Por una cabeza de chancho entregaron al Comandante —así le decía. Y ahora era él, hecho una estampilla, absurdo, grotesco, feo, sin cara, silenciado para siempre en unos segundos que Berta sabía, darían vuelta todas las historias. Ahora había que escapar, escapar sin que nadie se diera cuenta de que escapabas.

Velozmente reaccionó como un felino en medio de la caída. Era el preciso instante para inventar visitas inesperadas a familiares que no existían, becas, trabajos, compromisos en los lugares más alejados. Porque había que salir de Tucumán y correr lo más rápido posible; se había quebrado la última barrera y ahora todo podía suceder. Era urgente: avisar, empacar, no perder tiempo en despedidas que ya no tenían sentido, y buscar un lugar en el mundo donde poder mirar hacia otro lado, como esa estatua de Yrigoyen.

Правообладателям