Читать книгу Viene clareando онлайн

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Yo me tenía que ir vestida de blanco para mi casamiento, el que usted no tuvo, o hecha una doctora que dejaba Matadero para curar gente y enseñar progreso. No se lo pude dar Madre; lo intenté pero no pude, y ahora que venía el amanecer, ya no había tiempo para arreglar nada, solo se podía escapar para salvar el pellejo, y pasar la noche, que después supe, Madre, era lo peor.

No sé qué puse en el bolso azul, usted me preparó en una servilleta la tortilla de arroz que me guardaba para la cena, las primeras mandarinas de ese año y una manzana, la que siempre me había puesto para la escuela. Así es Madre, usted me enviaba a la vida otra vez con una manzana; «una manzana al día da salud y lozanía», era la frase que usted repetía, pero yo no tenía hambre, sentía que nunca más en la vida iba a tenerlo, y no recuerdo si se lo agradecí.

Dudé en llevar la libreta universitaria, no sabía si era un peligro o me serviría de algo, porque a esas alturas ya no se sabía nada, pero decidí llevarla y la guardé en esa parte descosida del fondo donde quedaba oculta por si me revisaban.

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