Читать книгу Viene clareando онлайн

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Me he dormido unos minutos y he visto sus manos, Madre, las suyas, que de golpe se han vuelto como las de su propio padre, don Celestino Riera. Ahora usted tiene manos de anciana y lleva ese anillo que era de mi abuelo, el que se ha puesto como se lo puso su propia madre cuando murió el esposo, el que se puso usted cuando enterró a su madre. Le veo puesto el anillo y me despierto y veo el sol que se levanta por Santiago del Estero, y me enojo por todo lo que me ha pasado y le ha pasado, y le prometo, Madre, que voy a vivir para ponérmelo; que usted va a morir de vieja y yo también; que algún día volveré a Tucumán hecha una reina y usted va a estar orgullosa de esta hija que tiene, y yo le cerraré los ojos y usted descansará en paz, y yo viviré en paz, porque soy su hija madre, la de su amor, la de su orgullo, el fruto de su altanería y llevaré el anillo de los Riera, nuestra única fortuna, porque le haré lugar a ese ángel en que usted cree, ese que usted y solo tres viejas rezadoras más conocen; el Ángel Custodio, que me cuidará, porque yo lo dejaré que me cuide, porque usted lo ha querido.

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