Читать книгу Viene clareando онлайн

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Me dio su pensión, yo sé que era todo lo que había, y su bolso azul, ese de lona, el que usted solamente saca para ir a la Virgen del Valle, el que era para el sanatorio, el de los partos, el de la buena suerte que usted decía.

—Váyase m’hija, algo va a encontrar, llegue lo más lejos que pueda y mande sus noticias.

Habían llevado también a Mauro Sandoval, el hermano de Atilio, el que era dirigente de los maestros, y se esperaba que apareciera muerto por algún lado. La misma noche dos desdichas juntas en la misma familia, y usted ya rezaba por esa madre, y buscaba algún santo que tuviera por trabajo consolar en semejantes tribulaciones.

Yo no podía mirarla a la cara madre, era la hija que usted no había esperado. Yo tenía la culpa, me desgraciaba, la desgraciaba y la dejaba ahora sola con todos mis hermanos y usted, que había soñado que yo le fuera médica, una doctora, que yo le fuera una compensación de todos sus desvelos, ahora me iba, como un ladrón, como una mala persona, la avergonzaba y la asustaba. Usted tenía que entornarme la puerta apenas, y avisarme para que nadie me viera salir. No había sido esa su ilusión.

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