Читать книгу Viene clareando онлайн

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Como a él, tampoco le harían falta los bolsillos, ni grandes valijas, ni la ropa buena, ni los libros, ni su guitarra. Porque vendría el tiempo de los gritos sin grito y la música quedaría guardada en un ropero, entre esos vestidos que ya no se usan, pero que se preservan con naftalina, mantenidos por la ilusión, de que alguna vez, el cuerpo volverá a ser lo que era, y les dará la bienvenida, y se deslizarán bajo las axilas, agradecidos de haber vuelto a ser parte de una vida.

el anillo

Madre, estoy en camino, pude tomar un micro; conseguí pasaje a La Rioja, pasaré por Catamarca, llegaré a sus pagos.

Esta noche, cuando llegué a la casa, usted me vio entrar, ya le habían avisado. Yo solo bajé los ojos y le dije: «Es mejor que me vaya, seguro será por poco tiempo».

Usted me esperaba pálida, más seria que nunca, apenas le salían las palabras, porque usted es de las que ponen el cuerpo pero no de las que hablan, ni de las que se quejan y usted me enseñó a ser así, y eso no se cambia.

No me dijo nada, solo al rato vino con un manojito de billetes, envueltos, envueltitos, Madre, porque usted es así, es una Riera, metida para adentro, envuelta, riojana pura.

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