Читать книгу Viene clareando онлайн

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Distintas tonadas se escuchaban en los alrededores de Matadero, la gente venía de otras partes a encontrar trabajo en Tucumán o a estar de paso, por el ferrocarril, las ferias, el conchabo de temporada en ingenios y obrajes o porque servía para empezar de nuevo para el que escapaba de algo o alguien, no porque fuera un lugar bueno, sino porque parecía menos malo que el que se intentaba superar.

Alternaban con los trabajadores, peones, propietarios de pequeños fundos, camioneros, jugadores de cartas y de dados, vagos y borrachos de toda graduación, tahúres, viboreros. Gente que parecía ser oscura y gente que era clara porque no tenía dobleces ni complicaciones y sus vidas habían sido ya enervadas, por el solo hecho de subsistir en la precariedad viviendo todos al día, que era mucho más que mucho. Gente de cigarro, de guiso, de empanadas a las ocho de la mañana porque ya les ha pasado el mediodía, con cuentos de hazañas a facón, en los que no se siente el olor de la sangre porque viven en la sangre. Y campamentos de gitanos que periódicamente se instalaban en las cercanías, a los que les cedían el agua los vecinos que creaban, con su sola presencia, ilusiones de viaje, de misterio, de jardines, porque en las coloridas mantas que extendían sobre sus carpas y automóviles existían las únicas flores de toda esa vasta villa marrón.

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