Читать книгу Tú y yo онлайн

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La jugada me salió redonda. Me dijo algo de si los españoles no podíamos trabajar y yo le contesté que con haber entrado en la Comunidad Económica Europea hacía unos meses, ya podíamos y eso coló. Ya tenía trabajo. ¡Qué suerte! Me fui a celebrarlo por la tarde con Rosa a un pub en el Támesis, donde me tomé una rica pinta de sidra.

Decidimos mirar un nuevo alojamiento, ya que pagábamos ochenta libras semanales y nos parecía mucho dinero para no tener derecho a usar la cocina. Así que buscamos y nos pareció regalado el alquiler de una habitación de dos camas, con un baño y con derecho a cocina. Llamamos y nos dijeron que estaba disponible la habitación, así que cogimos las maletas y nos fuimos en metro a la parada de Southfields. Era una casa de dos plantas típica inglesa. Por suerte estaba muy cerca del metro. Tocamos a la puerta y para nuestra sorpresa nos abrió un chico joven pakistaní, que no sabía nada del alquiler de la habitación. Le enseñamos el anuncio y le dijimos que habíamos hablado con alguien de la casa que nos dijo que sí estaba disponible. Sin mediar más conversación, dejamos en la entrada nuestras maletas y le comentamos que luego volveríamos. Era viernes por la tarde y queríamos ¡marcha!

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