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—¿Hola? —mascullo cuando me llevo el teléfono a la oreja.

—¿Cuándo pensabas decirnos que estás en Londres?

No sé a quién esperaba escuchar, pero me cuesta horrores encontrar algo que decir. Abro y cierro la boca, bloqueada. Como no rompo el silencio, decide seguir hablando:

—Estabas guapa anoche. Nuevo estilo, ¿eh? No te habría reconocido de no ser porque Alex volvió más pálido que un frigorífico y eso solo podía tener una explicación. En efecto, parece que HollandOwen vuelve a las andadas. —Chasquea la lengua y por su tono deduzco que sonríe—. Mándame un mensaje con tu dirección. Te recojo en diez minutos.

¿Quiere que nos veamos ahora? ¿Va a fingir que no ha ocurrido nada o tiene intenciones de arreglar las cosas? Porque no estoy lista, mucho menos si ello implica ver de nuevo a Alex. O a Sam. Primero tengo que pensar en lo que voy a decirles. Dudo que un «lo siento» sirva de mucho a estas alturas.

—No creo que sea una buena idea —contesto, y la línea se queda en silencio. Estoy dispuesta a inventarme una buena excusa, cuando lo escucho suspirar.

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