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Hay personas que nunca dejan de formar parte de ti; incluso aunque os separe la distancia, siempre encuentran la forma de seguir contigo. Finn era uno de mis mejores amigos en el instituto. Era el que siempre tenía algo bueno que decir, el que conseguía hacernos sonreír aun en los momentos más tensos. El del corazón noble. Quizá no me merezco este recibimiento después de cómo lo he tratado, pero quiere darme la oportunidad de hablar. Y puede que también esté dispuesto a perdonarme.

Tal vez no esté todo tan perdido como creía.

—Gracias por llamarme —digo con sinceridad.

Cuando me ve a punto de llorar, el muy desgraciado se echa a reír. Gruño para mostrarle mi descontento, aunque no puedo enfadarme con él. Todavía se ríe cuando tira de mí para volver a abrazarme. Acto seguido, me empuja para mandarme de nuevo a mi asiento.

—Más te vale haber traído dinero, porque llevas casi dos años sin hablarme y vas a recompensarme invitándome a desayunar. —Arranca el motor y maniobra para salir a la vía. Me mira de reojo y sonríe—. Bienvenida a Londres, Hollie.

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