Читать книгу Sombras en la diplomacia онлайн

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Se acercó al gran salón, deslizó las cortinas, que ya indicaban la llegada del anochecer, y prestó atención, sin decidirse, a las dos pantallas que parecían atraer su atención. Giró sobre sí misma y allí, de manera sigilosa, agazapado ante la puerta de la cocina, Ruchy parecía solicitar su colación nocturna.

—¡Sí, es verdad! Perdona, mi perrito. ¡Ahora mismo te lo preparo! Una vez concluida la refacción nocturna de su animalito, se dirigió al salón y trató de centrarse: ordenador o televisión. Eligió la primera opción, con la simple intención de curiosear por si tenía algún tipo de mensaje en su web de contactos. Lo había: «hola amor quiero conocerte soy nuevo aquí ayúdame conocerte dame tu email y hablamos más allí ok? bss».

Una redacción gramatical que más parecía estar escrita por un androide que por un ser humano. Su evidente incultura en el uso del lenguaje se sumaba a un copiado que juzgaba analítico y perturbador, siendo una reseña que no era la primera vez que observaba y que, cuando se recibía algún tipo de comunicación de esa naturaleza y que exponía el definido término email, siempre se convertía en una especie de agregado denominándolo email. Una vez más los pequeños detalles la obligaban a reconsiderar la estafa en que se concretaba la web de contactos donde había realizado su inscripción. Tenía la certeza absoluta de que no era más que un foro de relaciones sexuales con el precio aún por definir, por convenir entre las partes, y más teniendo en cuenta que la diferencia de edad con el remitente del contacto superaba los veinticinco años.

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