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Tras él, el túnel se cerró con la misma presteza con que se abrió, y la prueba dio inicio. Al parecer, era un viaje solo de ida. El transportal Alfa siguió brillando, inmutable, a la espera de los resultados.

Esta vez, según el programa, se otorgaba mayor tiempo para la respuesta de los habitantes de la Tierra. Pero seguía siendo muy limitado.

Algunos dinosaurios lo supieron. Por supuesto, el pequeño dinocazador estaba entre ellos. La mayoría de los mamíferos lo intuyeron igualmente, pero unos pocos lo supieron con toda certeza. Fueron leves y escasos destellos de conciencia a lo largo y ancho del planeta.

Era hora de jugarse el todo por el todo.

El meteoro heraldo comenzó a emitir señales de una sutileza y complejidad casi etérea. Hablaba con el planeta e intentaba hacerlo con los habitantes que pudieran entenderlo. Lo hacía a un nivel que involucraba información, medición de señales y calibración de resultados a una velocidad alucinante. El dialogo básico podría traducirse como algo similar a:

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