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Millones de pequeños asteroides habían pasado por las cercanías de la Tierra como lejanos y casi invisibles cometas. Miles se quemaban en la atmósfera diariamente, provocando ocasionalmente el espectáculo de bellas lluvias de estrellas en el cielo nocturno, y algunos de mayor tamaño habían hecho impacto en el planeta. Unos en el océano y otros, recientemente, en los nuevos continentes originados por la división de la gran masa primigenia. Pero ninguno había causado mayores problemas a los habitantes del planeta, que en realidad nunca se percataron de esos trascendentales hechos. Solo algunos habían presentido que algo importante había pasado, pero en ninguna de las ocasiones habían podido definir exactamente qué.

El sistema Tierra-habitantes funcionaba relativamente bien. Sin embargo, la Tierra llevaba la mayor parte de la carga. Una rudimentaria estructura global de conciencia parecía estar empezando a formarse, pero los poderosos saurios estaban, salvo insuficientes excepciones, estancados. Los relativamente pequeños ajustes, posteriores a la última depuración masiva, al parecer no habían sido suficientes.

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