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EL FALO ENAMORADO

Para empezar…

El enigma de la sexualidad femenina goza de un consenso en el psicoanálisis al que se opondría el carácter en absoluto enigmático del destino, no por eso desprovisto de vicisitudes, del deseo sexual masculino.

En las diferentes explicaciones, interpretaciones y lecturas psicoanalíticas de las vicisitudes del deseo sexual, es posible reconocer la vigencia del complejo de Edipo freudiano y/o de la significación del falo en la enseñanza de Lacan como referentes constantes. La división, disociación, partición de las mujeres en un objeto idealizado, no sexualizado, que sería un objeto materno y un objeto sexualizado pero degradado, el objeto causa del deseo, provienen de la disociación estructural —masculina— entre amor y deseo. Este es el modelo de la concepción freudiana de la sexualidad masculina que sigue vigente de alguna manera en la enseñanza de Lacan. Me refiero al modelo de la disyunción madre-puta. De allí la discusión: ¿la conceptualización que impuso este modelo, está viciada por una ideología «falocéntrica», o es inherente a la estructura del sujeto humano, más allá de las variaciones históricas y/o culturales? Freud fue reiteradamente acusado de misoginia y de falocentrismo, y Lacan también. Las distintas corrientes feministas han esgrimido hasta el cansancio las determinaciones socioculturales de género. Sin desconocer estas críticas, muchos psicoanalistas —hombres y mujeres— han insistido en reconocer el valor de la enseñanza de Freud y de Lacan intentando mostrar y demostrar, también hasta el cansancio, que la cosa no pasa por modelos culturales sino por lo que se ha dado en llamar «razones de estructura».

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