Читать книгу El falo enamorado. Mitos y leyendas de la sexualidad masculina онлайн

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El tema de la estructura y/o las variantes culturales se impone tarde o temprano en cualquier reflexión sobre la sexualidad humana que no se ampare en lo ya establecido de una vez para siempre, es decir, en el dogma.

En el inconsciente, tal como lo hemos aprendido a partir de Freud, no hay inscripción de las diferencias sexuales… La sexualidad inconsciente se rige por la energía dinámica de las pulsiones: actividad-pasividad. Sólo que, como sabemos, Freud insistió en adscribir la actividad de la libido al lado hombre y su pasividad al lado mujer.

Ahora bien, ¿cómo explicamos entonces que el inconsciente no sexual ni sexuado —porque en él no hay inscripción de las diferencias sexuales—, pueda producir síntomas cuya principal determinación última es «inconsciente»? Cada vez que vuelve a surgir esta pregunta arriesgamos avanzar por caminos que transitan por los márgenes de lo ya sabido o establecido.

La sexualidad humana, tal como la «descubrió» y no cesa de escribirla el psicoanálisis —más allá de las diferentes escuelas— es actualmente texto y pre-texto para abordar muchas cuestiones problemáticas o sintomáticas en áreas de nuestras vidas que no tienen, en principio, ninguna relación con dificultades sexuales. Pero los psicoanalistas solemos ser los primeros en olvidar qué quiere decir «sexual» para el psicoanálisis, y en la clínica no siempre podemos guiarnos en la laberíntica transferencia con el hilo de Ariadna de nuestro supuesto saber sobre la sexualidad. Y cuando nos sentimos perdidos solemos refugiarnos en un silencio sepulcral o extraviarnos en un blablablá interminable sobre la validez de la doctrina en instituciones o publicaciones.

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