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Al comienzo de Tu rostro mañana, Javier Marías escribe que uno no debería contar nunca nada, ni dar datos ni aportar historias ni hacer que la gente recuerde a seres que jamás han existido ni pisado la Tierra o cruzado el mundo, o que sí pasaron pero estaban ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido.

Pero no. Tal vez escribir debería ser precisamente contarlo todo, aportar recuerdos, unir historias, imaginar todas las vidas posibles en la Tierra, recordar que ningún olvido es definitivo. Escribir como un ensayo indefinido para preservar las vidas que deseamos que nos acompañen. No voy a pedir perdón por traerla de vuelta.

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Ser hermano mayor, pienso, es volverse el recuerdo anticipado en la mente de los que vienen.

Los sueños que pudo haber tenido Ella los repartió entre los que vivimos; entre nosotros, los que seríamos sus futuros hermano y hermana.

Poco a poco la diferencia de edad con mi hermana menor se vuelve más salvable. Nuestras edades se confunden; nos acercamos más a Ella. Crecimos conscientes: antes murió alguien y nuestros padres tuvieron miedo a la vida y al futuro.

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