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Así como el socialismo conduce, por “exceso”, al estalinismo, y el nacionalismo al nazismo, el liberalismo lleva, por “exceso”, al anarquismo, el nihilismo de la convivencia social, la anomia del subjetivismo. Ocurría –ocurre–, y estábamos ciegas, encerradas contentas entre la macroeconomía y las leyes.
DEL CORONAVIRUS
(Abril 9, 2020)
El virus nos refregó los ojos –cuando menos los míos– con dos verdades obvias que creo que tomamos poco en cuenta.
Una, somos seres biológicamente frágiles. Intrínsecamente. Un torbellino de moléculas amarrado por alambritos. Y también los mundos sociales que creamos son muy fáciles de desarticular. Dos, somos seres dependientes. Mutuamente. Esta es para mí la lección mayor.
Nuestra libertad individual existe gracias a que dependemos unas de otras. La libertad no es algo que perdemos al hacernos dependientes, la hacemos posible. Los economistas clásicos llamaban a esta dependencia recíproca “división del trabajo”. Tenemos la libertad de comer pan gracias al panadero (el que existe como tal gracias a nuestro demandar pan), a la persona que atiende la panadería, a quienes suministran de gas necesario para hacerlo en tostaditas, y para untarlas, a quienes trabajan en la lechería y producen mantequilla, a quienes la transportan a la ciudad en camiones enfriados, a quienes…, a quienes sacan la bolsa usada del pan de nuestro hogares, como basura.