Читать книгу Crema volteada онлайн
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Somos libres de hacer lo que queremos porque somos dependientes de otras personas. Lo éramos en sociedades tan primitivas como podemos imaginar. Supongo que incluso nuestros ancestros debieron ser animales de piño o bandas; de alguna clase de agrupación. El lenguaje, seguramente, fue un invento social. No ocurrió en individuos que inventaron cada uno el suyo y después acordaron uniformarlo… Somos libres hablando porque dependemos de que otras personas nos respondan en la misma lengua… Hoy, con la división del trabajo entorpecida por los confinamientos, experimento en carne propia las libertades perdidas.
Supongo que es fácil olvidar verdades elementales como esta en el mundo tan contractualista en que vivimos. Dar por sentada la libertad personal conseguida en las redes de dependencia mutua, y suponer que esa individualidad libre es nuestro modo de ser primordial, e ideal. Suponer que las redes de dependencia mutua son un mal necesario, una obligatoria reducción de libertad intercambiada contractualmente por orden. Resulta en el mito que lo social está constituido por individuos racionalistas que interactúan entre sí cuidando sus conveniencias personales, las que tienen muy claras. Es una ilusión que ejerce una atracción fatal en personas que se sienten exitosas sin haber necesitado a nadie, por exclusivos méritos propios.