Читать книгу Nuestra asignatura pendiente онлайн

62 страница из 101

—¡Pero si no he dicho nada extraordinario! —clamó con modestia.

—Para mí, todo lo que has dicho ha sido extraordinario —refutó él. Bethany sonrió.

—¿Conservas algún número al que podamos llamar?

—La verdad es que no, Beth. Solo tengo el número de tus abuelos, pero hace años que no está operativo.

—¡Humm! —bufó—. Cualquiera diría que no quieren que los llamemos —ironizó mientras ponía los ojos en blanco.

Cuando Pauline decidió abandonar a su hija de meses y a Kyle, a quien nunca consideró su pareja, de hecho ni siquiera intimaron mientras vivieron juntos, se fue para no volver. Sus padres, Peter y Margaret Foster, habían visitado a la niña durante los primeros meses. Después, con la excusa de que residían en Brighton, habían limitado las visitas al cumpleaños de la pequeña. Cuando Beth cumplió seis años, sus abuelos maternos ya no fueron a verla, y esa ausencia se hizo costumbre. Una llamada de vez en cuando, hasta que esos contactos esporádicos también desaparecieron. Finalmente, la línea telefónica de los Foster aparecía desde hacía varios años como fuera de servicio. Respecto a Pauline, siempre habían dicho lo mismo: «Está bien. Vive en el extranjero». Nada más.

Правообладателям