Читать книгу Nuestra asignatura pendiente онлайн

67 страница из 101

—Lo es, y no sabes cuánto te comprendo. Me pasa lo mismo cuando me pongo delante de una antigüedad, cuando la observo e intento averiguar de dónde viene, dónde estuvo, por qué manos pasó… qué le provocó esa abolladura o ese rasguño, qué eventualidad pudo haber hecho que se le cascara el esmalte. Después, ya en una segunda etapa, desentraño esos misterios a través de la investigación, que me ayudan a reproducir la «vida» de ese objeto. Así que, igual que tú, puedo pasarme horas enteras realizando una misma tarea.

—Esto solo pasa cuando algo nos apasiona de verdad. Me alegra saber que, aunque no pudiste estudiar lo que querías, hayas encontrado la pasión en lo que haces —manifestó mientras seguía trazando garabatos: ahora el bloc de notas estaba lleno de flores unidas con trazos curvos, e incluso algunas rosas con las espinas marcadas.

—No te negaré que, al principio, renegué bastante de este oficio. Con dieciocho años, que apenas había acabado el instituto, me molestaba estar entre «trastos viejos». Es como llamaba a las antigüedades cada vez que discutía con mi padre —aclaró con una sonrisa nostálgica.

Правообладателям