Читать книгу Nuestra asignatura pendiente онлайн

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—¡Ah, claro! Como te apuntaste el número en un papel, no sabía si habías llegado a agregarme a contactos.

—Lo hice el sábado, al llegar a casa —le confesó ella.

A ambos les costaba comportarse de manera natural, estaban tensos y la conversación era muy forzada. Emily se levantó y caminó hacia la ventana de su estudio. Miró fuera; las vistas del parque Primrose Hill solían devolverle la paz interior cuando algo la inquietaba o la alejaba de su eje. En ese momento, necesitaba relajarse más que nunca. Paseó la mirada sobre las colinas y las múltiples farolas que había desperdigadas por todo el terreno.

—¿Y cómo me guardaste? ¿Como «el demente»? ¿«El espía»? —Kyle recurrió al humor para distender el ánimo. Esta táctica podría haber salido muy mal, pero era un riesgo que estaba dispuesto a correr. Al oírlo, Emily dio un respingo porque no esperaba ese comentario. Antes de acabar la pregunta, ya sabía que lo había conseguido. Milly se rio al otro lado de la línea.

—Te he guardado como Kyle, ya está —aseveró ella, todavía con una sonrisa dibujada en los labios. Echó un último vistazo al parque antes de volver a su escritorio y sentarse donde había estado antes. Distraída, jugueteó con el recipiente de vidrio en el que una vela con aroma a fresias ardía despacio; pasó el dedo varias veces por el borde hasta que percibió el suave calor en la piel.

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