Читать книгу Transpersonalismo y decolonialidad. Espiritualidad, chamanismo y modernidad онлайн

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ssss1. De hecho, esta “comunidad psicodélica”, como suele llamarse en el Norte global, pareciera acompañar el trabajo de grupos como la Multidisciplinary Association for Psychedelic Studies (MAPS), que desde 1986 defiende la medicalización de compuestos psicodélicos, con la esperanza de asegurar la aceptación generalizada de las terapias basadas en tales alcaloides. Algunas críticas desde dentro mismo de la “comunidad” norteamericana han acusado al director de MAPS, Rick Doblin, de permanecer inmerso en el marco de la cultura capitalista industrial hegemónica dominante, incluyendo el patriarcado y el supremacismo blanco. Los activistas “alternativos” dentro de la presunta “comunidad” confrontan las estrategias políticas de Doblin, quien ha privilegiado por sobre cualquier otra consideración sociopolítica el avance en la legalización y farmacratización del MDMA (o éxtasis) para el tratamiento, por ejemplo, del estrés postraumático en soldados (y tal vez en una segunda etapa a policías). En ese sentido, se le ha acusado de relacionar su amparo terapéutico casi exclusivamente con las fuerzas armadas del autoritarismo (y no con sus víctimas), de buscar financiación y de cortejar repetidamente tanto a fondos conservadores como a los políticos del ala ultraderechista, justamente, los defensores supremacistas y protestantes del sistema yanqui de guerras coloniales, que dejan un tendal de exsoldados pasibles de ser medicados con píldoras de MDMA. Hace tiempo que los laboratorios y grandes inversores capitalistas apuestan a este nuevo negocio en ciernes, e incluso se preparan a establecer los nuevos monopolios “farmadélicos”. Alex Tew y Michael Acton Smith –los fundadores de la aplicación de meditación Calm, que gana millones de dólares, publicita en Times Square y se erige para optimizar a los trabajadores estresados, de modo funcional a los empresarios– son socios corporativos de COMPASS Pathways, una compañía de salud mental que actualmente se enfoca en producir y administrar psilocibina. George Goldsmith y Ekaterina Malievskaia, sus titulares, han patentado sus métodos para sintetizar psilocibina, que como se sabe es una sustancia que fue descubierta por Occidente a partir de su forma natural en los “hongos mágicos” (teonanáctl) que por miles de años se usaron en ceremonias religiosas y terapéuticas chamánicas mesoamericanas. La biopiratería está a la orden del día, y hasta la propia ayahuasca fue patentada por la Internacional Plant Medicine Corporation de Estados Unidos. Dicha patente –denunciada por la ONG Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA)– expiró el 17 de junio de 2003 y no se puede renovar. En 2015, junto con prestigiosos antropólogos y especialistas, fui uno de los cien firmantes de la denominada Carta de los 100 en apoyo a las denuncias de las autoridades del pueblo kofán del Putumayo colombiano contra las actividades del empresario argentino Alberto José Varela, quien montó una compañía multinacional relacionada con la medicina sagrada del yajé denominada Ayahuasca Internacional, con publicidad engañosa que sostiene un falso aval de los kofanes. Muy pronto el comercio medicinal hará disponible la psicoterapia asistida por MDMA, las clínicas de ketamina y de psilocibina por suscripción, y se podrá rastrear nuestra salud mental a través de una aplicación para celulares; todo seguramente a costos inalcanzables para las mayorías. Ver www.psymposia.com, www.psymposia.com, www.psymposia.com, https://www.elespectador.com.

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