Читать книгу Transpersonalismo y decolonialidad. Espiritualidad, chamanismo y modernidad онлайн

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Además de sumergirnos en la vinculación entre los EAC y el conocimiento moderno, el materialismo y el dualismo, el género, el heteropatriarcado, la violencia y el ecocidio, también intentaremos demostrar de qué modo las cuatro ideologías (cuestionadas) de la modernidad, señaladas por el semiólogo Walter Mignolo o el sociólogo Boaventura de Sousa Santos –cristiandad, conservadurismo, liberalismo y marxismo ortodoxo–, han perseguido con saña justamente el uso epistémico y terapéutico de los rituales basados en esferas transpersonales de la conciencia.

Abril de 2020

Durante la cuarentena obligatoria en medio mundo por la pandemia de covid-19 (para algunos, el jaque final a la modernidad producido por un agente infeccioso acelular microscópico)

ssss1. Etimológicamente, “dios dentro de uno”. Son sustancias vegetales psicoactivas que cuando se ingieren proporcionan una experiencia divina, un éxtasis beatífico, espiritual, introspectivo, reverente o trascendente en un contexto ritual (médico, terapéutico, religioso, profético, etc.) normado según cada cultura. El clasicista Carl A. P. Ruck, y los etnobotánicos Jonathan Ott y Robert Gordon Wasson, entre otros, propusieron esta expresión en 1979 en el Journal of Psychedelics Drugs, 2 (1-2). Se busca así reemplazar los siguientes equívocos términos: “alucinógenos” (conlleva la asociación con una patología psiquiátrica e impone un juicio de valor sobre la naturaleza de las percepciones alternativas), “psicotomiméticos” o “psicomiméticos” (igualmente inadecuado puesto que significa “que imita estados psicóticos”, lo cual no solo no puede significar “espiritual”, sino que además es falso), “psicodélico” (propuesto originalmente por Humphry Osmond, significa “que manifiesta la mente” , lo cual es correcto, pero se trata de un término del cual se abusó en la década de 1960, popularizado por Timothy Leary, y de algún modo asociado al hippismo y al escapismo de la subcultura pop de aquella era), “narcótico” (lamentablemente aún usado en la arqueología tanto como “alucinógeno”, significa “que induce al sueño”, lo cual puede ser cierto en el caso del opio, pero no en la inmensa mayoría de los enteógenos). Otras denominaciones que encontramos en antropólogos como Carlos Martínez Sarasola y Luis Eduardo Luna son “plantas maestras” o “plantas sagradas”, cada una con su propia especificidad. Algunos ejemplos de “sustancias enteogénicas” son la Amanita muscaria; las solanáceas como belladona, beleño, mandrágora, cannabis, cornezuelo del centeno, diferentes especies de daturas, iboga, yopo, vilca o cebil, ayahuasca, floripondio, peyote, hongos psilocibios, san pedro o wachuma, ololiuqui, rapé de virola, chiric-sanango, salvia divinorum o hierba de la virgen, jurema, lirio azul, quiebraarado amarillo, sinicuichi o hierba de la vida, ruda siria, keule, etc. Un caso particular es el tabaco en grandes dosis o mezclas. Cabe aclarar que la mayoría de las culturas combinaron enteógenos con otras prácticas de ampliación de conciencia (o solo usaron estas últimas): ayunos prolongados, meditación, posturas corporales, exposición al calor o frío extremos, contemplación y oración profundas, autosacrificios y ordalías, danzas pautadas, uso de máscaras, aislamiento sensorial, sueños lúcidos, respiración holotrópica, sonidos, recitaciones, cantos y ritmos monótonos, arte abstracto pautado para la concentración, modificaciones cognitivas y emocionales, hipnosis y relajaciones dirigidas, etcétera.

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