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Sin sacarla de mi culo nos tiramos al suelo y allí mismo me masturbó, aún con la polla dentro y al terminar me siguió besando y me preguntó si le gustaba más la suya o la de Ojitos y mi respuesta fue muy clara: “Las dos”, a lo que muy descaradamente me dijo: ¡Perra…! y nos reímos a carcajadas.

Después nos quedamos un rato hablando, él me contó su vida y yo la mía. Y aunque él era más mayor que yo, no pasaba de los treinta, habíamos concluido que yo era muy maduro y sexual para la edad que tenía e incluso que mi madre no lo sospechara era una gran ventaja, con ello yo demostraba que me gustaba y Ojitos y él estaban encantados en complacerme.

Al rato nos pusimos de pie y seguimos nuestro paseo y yo sin dar crédito a lo que había pasado, pero muy satisfecho. Al llegar, él me bajó del caballo y yo para evadir alguna pregunta, me metí en la piscina para jugar con mi hermana y decirle que el paseo a caballo había sido una pasada.

En los días siguientes Don William, el esposo de Leidy, había llegado al chalet para pasar unos días en compañía de su mujer, así que todos nos pusimos nerviosos y el ambiente fue más pesado.


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