Читать книгу Miradas cruzadas. Escritoras, artistas e imaginarios (España-EE.UU., 1830-1930) онлайн

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La Sagra insiste en desechar el tópico del americano frío (“cierto aire de frialdad”) e “indiferente”. Se ha señalado anteriormente el esfuerzo de comprensión del viajero al preguntarse si la aparente indolencia del americano no era más bien una “actividad” “tranquila” y eso parece concluir mediante la experiencia:

Veo tanto nuevo que apenas puedo escribir en mi Diario lo mas esencial; y eso que aquí el tiempo es largo, porque se pierde muy poco. Hallo las personas muy bien dispuestas á servirme, y lo hacen con cierta calma en las conferencias, que las constituye como mas sazonadas y productivas. Cuando un sujeto me recibe con inquietud ó que se muestra ocupado, no sé qué decirle ni me atrevo á entablar conversacion alguna, y aun cuando permanezca con él media hora, saco menos fruto que de la conferencia de quince minutos con otro que me recibe con descanso. Casi á todos los Americanos los encuentro en este caso, y no es porque vivan en la ociosidad sino porque son metódicos y ecsactos. Cuando se proponen hablar con un amigo, han arreglado sus cosas de manera que ninguna otra tienen que hacer en aquellos momentos. ¿Y qué diré de su formalidad y ecsactitud en las citas y en las ofertas? Si un americano dice: “le espero á Vmd. ó iré á verle á tal hora; le proporcionaré á Vmd. tal cosa ó le enviaré tal documentos,” puede uno quedar seguro del cumplimiento, como del deber sagrado. Estas cualidades vales ciertamente mas, que elegancia en los modales y otras nimiedades por cuya falta se les censura. (La Sagra, 1836: 89)

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