Читать книгу La constelación tercermundista. Catolicismo y cultura política en la Argentina 1955-1976 онлайн

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Emergían pues en este debate varias cuestiones importantes: la dicotomía entre el clero intelectualizado y el clero diocesano, la crisis de la organización parroquial y su extrañamiento frente a los valores culturales de la clase trabajadora. También la vocación de propiciar iniciativas eclesiales que, sin contradecir los mandatos jerárquicos, demostrara mayor autonomía a partir de la reestructuración de la organización parroquial. Estos planteos eran síntomas de la inquietud y el malestar que atravesaba a la estructura eclesiástica en varios niveles: el resquebrajamiento del modelo constantiniano en materia política, la “desobediencia” del clero y las demandas sobre un mayor protagonismo por parte de los laicos.

Susana Bianchi (1999) ha expuesto las múltiples manifestaciones de esta crisis preconciliar que se instaló y se desarrolló en catolicismo argentino en la década de 1950, al analizar la situación del clero diocesano. Según esta autora, la insistente reiteración de las normativas eclesiásticas en aquella década es un indicio de los desacatos a la disciplina por parte del clero, pues era el propio criterio de autoridad el que había entrado en crisis. La Revista Eclesiástica del Arzobispado de Buenos Aires reflejó en sus artículos los denodados esfuerzos de la jerarquía por contrarrestar esta tendencia apelando a la palabra misma del pontífice. Por ejemplo, en 1951 se publicó la carta apostólica Menti nostrae, referida a distintas aristas de la vida sacerdotal y donde el tema del cumplimiento del celibato y la subordinación a la autoridad ocupaban un lugar central. ¿En qué comportamientos se detectaban las nuevas posturas sacerdotales frente a su rol dentro de la estructura eclesiástica? El paulatino abandono de la sotana, alegando tanto su inadecuación e incomodidad para la vida cotidiana como su obstaculización para un mayor acercamiento al “pueblo”, se sumó al rechazo de continuar con la práctica de la tonsura. El comienzo del conflicto entre Iglesia y peronismo marcó para muchos un punto de inflexión al respecto, ya que la tonsura dejó de practicarse ante la inminencia de la persecución. Solo los clérigos de mayor edad o más cercanos al obispo volvieron a exhibirla después de 1955. Los párrocos más jóvenes la abandonaron definitivamente. Asimismo, comenzó a cuestionarse el predominio teológico del tomismo en los seminarios conciliares asociados a una forma de vida que fomentaba el aislamiento social de los futuros sacerdotes.32 No faltaron tampoco las críticas a una práctica religiosa ritualista cada vez más desprovista de sus contenidos espirituales y humanos, tal como planteaba el presbítero Ganchegui en los debates de Notas de Pastoral Jocista.

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