Читать книгу El joven Pierre Vilar, 1924-1939. Las lecciones de historia онлайн
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El joven Vilar no se dejó deslumbrar demasiado por los profesores del liceo Louis-le-Grand, porque, de hecho, Vilar se sentía agradecido al «trío Truffette-Gautier-Palanque» de Montpellier, al que consideraba tanto o más válido e inteligente que el «trío Mayer-Canat-Roubaud». Son los nombres de los profesores de latín, francés e historia respectivamente de Montpellier y París. Aunque Truffette era en realidad el sobrenombre de Edmond Houles, en las cartas siempre será Truffette. El 18 de octubre, Vilar hacía de nuevo una comparación muy significativa entre el nuevo instituto y el de Montpellier.
Esta es la gran diferencia entre el liceo de aquí y el de Montpellier; allí, los profesores disfrutaban y la Administración reprendía; aquí uno tiene la impresión de la situación inversa: disciplina interior casi inexistente, clases extremadamente pesadas. Tanto, que a menudo me aburro en clase, cosa que no me había sucedido nunca en Montpellier.
Quizá la mejor prueba de la añoranza del Midi viniese dada por el hecho de que aquel primer semestre Vilar llegase a escribir tres cartas en occitano –en patois, dice él–, admirándose él mismo de su dominio de una lengua que reconocía no hablar. Poco a poco, sin embargo, fue tomando conciencia de que el ambiente de trabajo en el liceo de París era mejor. El 21 de diciembre hace una pausa en el ejercicio de filosofía que está redactando y escribe una carta donde comenta que no creía que su compañero Dhombres superase el concurso, en parte porque no vivía en el liceo: «trabaja un poco como yo hace un año, en la Biblioteca, en su casa, cuando le parece». Y lo reconoce un poco contrariado porque la añoranza de Montpellier queda claramente reflejada al final de esta carta, la última del primer trimestre, con una serie de posdatas que evocan la felicidad de retornar a la vida cotidiana de Montpellier. Entre ellas, que al cabo de cuatro días bailaría el hippa hippa en su cocina, estaría a 850 kilómetros del Panteón, tocaría la Internacional en el piano y dormiría tranquilamente en su cama.