Читать книгу El joven Pierre Vilar, 1924-1939. Las lecciones de historia онлайн
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Una de las últimas referencias a gente del Midi la encontramos en la carta del 7 de junio de 1925, cuando ya está muy cerca el día del concurso y a Montpellier habían llegado noticias alarmantes sobre Roger Bacave, el compañero con quien Vilar había compartido los primeros trayectos Montpellier-París, y el consumo de estimulantes:
Que la historia de Bacave no asuste a mi tía: se trata de individuos que no hacen nada durante todo el año, y trabajan los últimos 15 días sosteniéndose mediante Kola u otras drogas sustentatorias que les provocan congestiones, etc. Yo me hallo muy lejos de estos hábitos y llego a mi Concurso «preparado».
En la misma carta, otro comentario revela que Vilar continuaba pensando en Montpellier y en los profesores de allá abajo: «Me extraña mucho que Truffette no me haya escrito para desearme suerte: debe haberse olvidado».
LA COMPETITIVIDAD
Eran 80 en clase y sabían que solo 15, como máximo, conseguirían entrar. El sábado 13 de diciembre Vilar escribe, después de un examen de Historia, sobre el clima que se vivía en el instituto. Los trataban, dice, como a niños de 10 años. Se refiere al hecho de que habían aparecido los cuadros de honor y las felicitaciones del primer trimestre, después de la reunión de todos los profesores. Tenía curiosidad, especialmente, por saber qué habían dicho de él. El día anterior, a las siete de la tarde, Chaton, uno de los administradores del instituto, les había informado de que solo un alumno había sido felicitado, y eso había causado la sorpresa general, sobre todo entre los K3, como se llamaban los que repetían por tercera vez el curso, que normalmente eran felicitados durante el primer semestre. Otros años se había llegado a felicitar a 10 alumnos. Aquel año, el único alumno felicitado fue Bernard Lamicq, que ya había sido premio de excelencia el año anterior y que ciertamente, dice Vilar, era el único que se había mantenido entre los diez primeros en todos los ejercicios. ¿Por qué aquel resultado tan malo? Chaton le dijo que no se trataba de la voluntad de la administración, sino de los profesores, que estaban descontentos con el curso. Aquí Vilar escribe entre paréntesis: «tienen razón, en mi opinión: ¡no hay ni un solo tipo que destaque!». Pero Chaton también le animó: «Usted ha estado a dos pasos de ser felicitado». Vilar comenta que habría sido muy extraño que él y Lamicq hubiesen sido los únicos en ser felicitados. Aquella mañana, otro miembro de la administración, el Sergal, tal como se llamaba el supervisor general del liceo, le proporcionó algunos detalles más sobre la evaluación: todos los profesores habían hablado muy bien de él y le habían propuesto para ser felicitado, con una excepción: Roubaud, el profesor de historia. De hecho, solo Roubaud se había opuesto a que lo fuese él. También lo había impedido en los casos de Camborde y Seznec, que Vilar consideraba que se lo merecían. A pesar de ello, es interesante ver el tipo de cavilaciones que aquella noticia generó en su cerebro: