Читать книгу El joven Pierre Vilar, 1924-1939. Las lecciones de historia онлайн
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Para satisfacción de todos, pues, aquellas ideas y aquellos sentimientos tampoco resultaron ser demasiado originales en el contexto en el que Vilar había ido a parar, la khâgne del Louis-le Grand. Tal como él escribe el 8 de marzo de 1925, replicando a las noticias que corrían por Montpellier:
Respecto a las ideas socialistas, ellas no tienen necesidad de mí, Dios lo sabe, para extenderse en la khâgne, y ciertamente yo soy uno de los políticos más calmados que uno pudiera hallar aquí. Trufette recuerda sin duda el tiempo en que yo respondía con la Marsellaise de la Paix a las apologías guerreras de los camelots de 1º C, aquel tiempo feliz en que yo cantaba la Internacional con la boca cerrada, bajo la mirada enfadada de Trufette, entre Yvon Lunbaudt e Ivon Durieu, ante el inenarrable Calmette, y el pacífico Caillol que no podía disimular sus ganas de reír... y recibió algunos castigos a causa de ello.
EL «GRAN ACONTECIMIENTO»
La sintonía en las ideas políticas y en las creencias no se dio en el terreno de las emociones. La asistencia a determinados acontecimientos en la calle, que entusiasmó a Vilar, preocupó enseguida a las dos mujeres de Montpellier. El 18 de octubre, con motivo de la muerte y el funeral del escritor Anatole France, Vilar escribe: «no habría valido la pena estar en París si uno no puede explicar hechos históricos». Además, los liceos de París tuvieron fiesta aquel día, y la khâgne del Louis-le-Grand había enviado una delegación de 12 o 15 estudiantes a acompañar oficialmente el féretro. Él y tres compañeros más, Bacave, Delavenay y Jarno, decidieron seguirlo por su cuenta. Vilar dice que el espectáculo no le emocionó y «no es que quiera ser insensible a todo tipo de espectáculo importante de París». Quizá es, dice, porque en el fondo a él tampoco le gustaba demasiado Anatole France. Pero lo que no había conseguido Anatole France lo conseguiría muy pronto Jean Jaurès. El 18 de noviembre Vilar comunica la gran noticia: él tendría el honor de escoltar las cenizas de Jaurès, cuando fuesen conducidas con todos los honores al Panteón. Aquella mañana el ministro había pedido voluntarios para formar parte de la delegación de la khâgne que acompañaría el cortejo; él y Coulet consiguieron estar entre los tres delegados oficiales; entrarían dentro del Panteón y, de acuerdo con el programa que había leído en Le Quotidien, «la ceremonia será magnífica». Aunque de aquel mismo programa surgió una duda que le hizo temer que todo aquello no fuese demasiado oficial: «¿por qué tocan la Marsellesa en el momento de salir, y también en el momento de acabar? ¡Es duro de aceptar! A las armas, ciudadanos, la Patria, la Gloria; etc. ¿Dónde está el socialismo aquí? ¿Por qué no se toca la Internacional?».