Читать книгу Los parados. Cómo viven, qué piensan, por qué no protestan онлайн

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Todo esto confirma de alguna manera la conclusión obtenida hace quince años en un estudio sobre la posición laboral de los perceptores de ayuda por desempleo entre 1987 y 1997 a partir de la EPA [Toharia, 1998]. Redondeando grosso modo para todo el periodo, casi el 80% de los varones que declararon estar recibiendo ayuda se encontraban efectivamente en paro, entre un 5 y un 10% estaban ocupados y entre algo más de un 10 y algo menos de un 20% eran inactivos. En cuanto a las mujeres, dos de cada tres estaban en paro, un 5% trabajando y en torno al 30% fuera del mercado de trabajo. El hecho más significativo es, pues, que había un colectivo relativamente importante de beneficiarios no ocupados sino económicamente inactivos.

Como hemos visto, más de un tercio de los entrevistados creen que hay mucho falso parado. Ahora bien, una cosa es reconocer la existencia de ciertas situaciones más o menos irregulares y otra criminalizarlas, aun aceptando que es algo que en principio no se debería hacer. El razonamiento al respecto suele seguir la lógica siguiente, cuestionando al mismo tiempo la noción de falso parado: Un padre de familia que ha perdido un empleo «de verdad», que con lo que cobra de paro no le llega a fin de mes, ¿qué ha de hacer si se le presenta la ocasión de conseguir un dinero extra? ¿Está por eso menos en paro? Con la que está cayendo, en un país donde cada cual tira para su casa, ¿por qué han de pagar los platos rotos estos desgraciados?:


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