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Los rebeldes pueden paliar las dificultades provocadas por la baja participación recurriendo a diversos medios; en concreto, elevando los beneficios del compromiso y reduciendo sus costes. También aumentando sus recursos, mejorando la eficacia de las tácticas, incremento la probabilidad de la victoria y dificultando abandonar la lucha de los que se han integrado en ella[4]. Pero ninguna de estas opciones es fácil y todas tienen su precio.
A pesar de las dificultades, lo cierto es que en muchas ocasiones tiene lugar revoluciones. En este libro me propongo analizar sus causas, sus consecuencias y, lo que es igual de trascendental, sus diversas categorías.
EL ARGUMENTO CENTRAL
En este ensayo lo que sostengo es que, de los tres elementos clave que deben concurrir para que se produzca una revolución —la crisis del Estado, la aparición de líderes que encabecen el movimiento y la movilización social—, su aparición sigue un patrón distinto dependiendo de la categoría de revolución. Así, en primer lugar, hay revoluciones que cabe calificar de espontáneas, como la francesa de 1789, la rusa de febrero de 1917, la que tuvo lugar en 1978 en Irán o las de Túnez y Egipto entre 2011 y 2012. En estos casos, por norma general, lo primero que aparecen son grietas y debilidades en el Estado autoritario. Eso crea un clima de apertura política que proporciona el espacio para que se conforme el movimiento social. Más tarde, eso provoca la movilización masiva de la sociedad liderada por los sujetos surgidos del seno del movimiento, provocando al final el colapso del Estado. Este tipo de revoluciones no tienen una finalidad clara más allá del derrocamiento del viejo orden y, por lo tanto, sus líderes, su ideología y la concepción posterior solo aparecen paulatinamente, es decir, a medida que se van desarrollando. Incluso tras su triunfo, es muy poco probable que la primera generación de líderes sea la que venza. Únicamente quienes tienen acceso a las instituciones pueden liquidar su carácter espontáneo y planificar el movimiento para lograr sus propios fines.