Читать книгу La censura de la palabra. Estudio de pragmática y análisis del discurso онлайн

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De nuevo de acuerdo con van Dijk (1999: 187), otra condición para que se pueda hablar de ideología es que el grupo que la comparte no ha de ser efímero. Supongamos que una persona se erige como portavoz de unos pasajeros que se quejan del trato que les concede una compañía aérea. Esta persona, al exponer sus motivos, no defiende una ideología, esto es, no se puede hablar de la ideología de los pasajeros de un avión o de los asistentes a un concierto que se quejan de un sonido deficiente.

Que la ideología es importante en la labor del censor se refleja precisamente en que quien censura no ha de atender a todo tipo de discursos. Al censor le preocupan unos asuntos, pero se desentiende de otros que no amenazan su ideología. Eso explica que quienes temen a la censura rehúyan hablar de ciertos temas y pasen a comentar otros (§ 5.1). Durante las purgas soviéticas de la década de 1930,ssss1 el temor a los castigos hizo que el crítico y literato ruso Kornéi Chukovski se especializara en literatura infantil y en la traducción de clásicos juveniles.ssss1 Del mismo modo, en España, el periodista Mariano José de Larra (1809-1837) en los momentos en los que arreciaba la censura oficial se demoraba en la crítica teatral y los artículos de costumbresssss1 y, un siglo después, el filólogo y poeta Dámaso Alonso, que había pertenecido al mismo grupo poético que Federico García Lorca –fusilado en 1936– o que los exiliados Pedro Salinas, Jorge Guillén y Rafael Alberti, confesaba que se sentía cómodo enseñando Filología Románica en la Universidad de Madrid –y no Literatura Contemporánea, pongamos por caso–: no se le podía denunciar por su explicación de las teorías de la diptongación en las lenguas románicas o de la doble d cacuminal.ssss1


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