Читать книгу Imparable hasta la médula. El cáncer como aprendizaje de vida онлайн

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La ironía con la que lancé la pregunta sacó a relucir mi enfado, y mi madre me pidió con la mirada que redujera el tono. Cris, atenta a nuestras reacciones, se dirigió entonces a ella para ponerla al corriente de los pasos que debían seguir las personas que quisieran entrar en la burbuja.

—Para acceder a la cámara de aislamiento tendréis que desinfectaros bien las manos y poneros los complementos que os proporcionarán fuera. Son unos guantes, unos patucos, una bata, un gorro y una mascarilla.

—¿Pero esto qué es? ¿Acaso tengo la lepra y no me he enterado? —pregunté, irritada.

—Necesitamos tomar las precauciones necesarias para mantenerte protegida y evitar que una infección complique más las cosas. Esto significa que no puede haber un flujo continuo de personas entrando y saliendo. Así que me temo que los amigos que han ido llegando para verte no van a poder hacerlo.

—¡Pero si todavía no he empezado con el tratamiento!

Cris desgranó cordialmente una serie de argumentos que justificaban aquella acción. Sin embargo, fue la gota que colmó mi paciencia, y la convertí en la cabeza de turco donde descargar mi rabia y frustración. La insulté sin pensarlo, como si la culpa de lo que me sucedía fuera de ella. Pero nada más hacerlo lamenté los improperios que le dediqué. Mi enfado no iba dirigido contra ella, sino contra el cáncer que había decidido navegar a sus anchas por mis venas, echando por tierra mi vida entera. La leucemia había hecho saltar por los aires mi mundo y me había recluido en un ring para combatirla cuerpo a cuerpo.

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