Читать книгу Imparable hasta la médula. El cáncer como aprendizaje de vida онлайн

39 страница из 56

Fue un despliegue de hermandad que acunó también a mi madre, una desconocida para la mayoría. Ella recibió los abrazos que a mí se me negaban y se convirtió en testigo de la solidez de los vínculos que había creado lejos de mi tierra natal. Mi amigo Mikel también era de allí y, como ya conocía a mi madre, se ofreció a pasar la noche conmigo para que ella se fuera a descansar.

Mikel y yo, ambos de Lazkao y de la misma edad, coincidimos durante años en las clases de inglés que impartía una vecina. Siempre risueño y parlanchín, decidimos compartir piso en Bilbao cuando fuimos a estudiar nuestras respectivas carreras. En la convivencia del día a día se forjó nuestra amistad y, más adelante, nuestros caminos se volvieron a cruzar en Madrid. Nunca le había visto callado más de dos minutos seguidos. Pero el día en que nos quedamos a solas dentro de una burbuja aséptica y casi irreal permaneció largo rato en silencio, intentando encontrar las palabras adecuadas para consolarme. Pero, a mí, el simple hecho de que estuviera conmigo ya me reconfortaba. Durmió en el sillón reclinable que estaba frente a mi cama mientras yo me removía entre las sábanas, envuelta en un pijama azul de dimensiones desproporcionadas. Bocarriba, a un lado, al otro… Lloraba en silencio, tratando de digerir y asimilar aquella broma macabra del destino mientras buscaba un porqué que amenizara la conmoción.

Правообладателям