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Por aquellas mismas semanas profesores y condiscípulos de Francisco Jerónimo eran requeridos para predicar en las exequias funerales organizadas en su memoria a lo largo y ancho del reino. Sirva de ejemplo el caso del tantas veces mencionado catedrático Antonio Noguera, con un sermón pronunciado en la parroquia de San Nicolás de Valencia que según los allí presentes:

«[…] fue muy crecido el concurso que juntó en aquella iglesia la curiosidad y deseo de oír y saber de tan abonado y fiel testigo las virtudes que en aquella edad y profesión de moço y estudiante resplandecía ya en el siervo de Dios. Dexó admirado y enternecido al auditorio el sermón y con mayor conocimiento de las profundas raízes que aquella planta tierna avía hechado en el campo de la virtud para crecer árbol robusto en la perfección»45

Otros colegas del doctor Noguera en la Universidad, si no profesores de mosén Simó directamente, conocidos al menos por el susodicho, harían lo propio ante diferentes auditorios de la capital. Lorenzo Ximénez de Arguedes,46 catedrático de Filosofía Moral durante aquel tiempo, predicó en las iglesias de San Miguel y San Lorenzo, además del oficio de Carpinteros.47 Sus homónimos de Metafísica, y beneficiados ambos de la catedral, Andrés Guillonda48 y Cristóbal Nadal,49 en San Martín y San Nicolás50 y San Juan del Mercado,51 respectivamente. Los habría también como el catedrático Felipe Mey –en colaboración en este caso con su hermano Pedro Patricio– que desde sus imprentas contribuirían decisivamente a perpetuar y difundir la memoria del finado.52

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