Читать книгу Mis memorias онлайн

75 страница из 217

A las doce, la comida, que para los comensales españoles no era de mucho agrado, por ser de la cocina alemana, a la que no estábamos acostumbrados, con platos exóticos, y a las cinco de la tarde se servía el té, solo para la familia de la casa, y a las siete se consumía la cena, casi siempre de fiambres, más una taza de té.

Nuestra vida estudiantil no nos eximía de muchos, nuevos, pesados y, a veces, depresivos trabajos. Éramos otros tantos criados, sobre todo yo, que no contaba con la experiencia de mi compañero Federico, ni con sus argucias para esquivarlos, lo que motivaba que recayeran continuamente sobre mí. Lo mismo íbamos a entregar varias cartas que nos hacían recorrer medio Madrid, a veces ya de noche, por barrios entonces peligrosos, para ahorrar los sellos del franqueo interior, que llevábamos pruebas a la imprenta, muchas veces también después de corregirlas nosotros mismos, o bajábamos, sobre nuestros hombros, a la Estación del Norte pesadas maletas cuando don Federico salía de viaje, cosa que ocurría muy a menudo. ¡Cuántas veces he atravesado, con la maleta al hombro, el Campo del Moro para acortar el camino, expuesto a un atraco, por evitar tropezarme en la calle con algún compañero de la universidad!


Правообладателям