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La existencia de los objetos no puede hacerse por fuera del flujo de relaciones o interacciones sociales concretas. Allí reside el principal cuestionamiento de Gell a los abordajes semióticos y culturalistas, que ponen énfasis en la comunicación simbólica o conciben a la cultura como un fenómeno mental o psicológico abstracto. En este sentido, para el abordaje de las situaciones en cuestión son innecesarias las analogías de tipo lingüístico.

Gell operacionaliza la red del arte a través de un esquema muy claro y sencillo que incluye cuatro elementos (artista-índice-prototipo-destinatario) y dos posiciones (agente – paciente), que permiten abordar un amplio abanico de situaciones empíricas en las que los diferentes elementos pueden ocupar alternativamente o simultáneamente ambas posiciones según con qué otro elemento se relacionen. El objeto, la cosa material y visible, el artefacto, o como quiera llamársele, constituye el índice, a partir del cual el análisis antropológico infiere, o concretamente «abduce» la agencia y la red de relaciones presentes en el proceso de producción (y transacción) del objeto.ssss1 De acuerdo a Gell, la agencia se encuentra distribuida en la cadena de causalidad, y las «personas» en sentido estricto, no son entidades cerradas y homogéneas (símil del individuo o el sujeto moderno), sino «múltiples» y «fractales», es decir, partes de un todo que constituyen en sí mismas un prisma del «todo».

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