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Del mismo modo, un paciente espera del médico que haga un buen diagnóstico, aunque sea preocupante por su contenido objetivo. El mal diagnóstico añadiría mal a una enfermedad ya suficientemente grave; añadiría mal al mal e introduciría otro mal. La enfermedad no empeora debido al mal diagnóstico; este afecta al conocimiento, el cual, probablemente, conducirá a estrategias susceptibles de empeorar la salud en lugar de sanarla.

La paradoja se expresa de la siguiente manera: el conocimiento debe ser bueno, aunque su objeto sea malo. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo se puede establecer un buen diagnóstico de una enfermedad? ¿Cómo realizar un buen reportaje sobre un drama humanitario? Finalmente, ¿se puede hablar bien del mal? Ciertamente, y más vale, incluido en lo que respecta a las doctrinas. Es por eso que es temible, imposible en cierto sentido, hablar del mal, ya que precisamente uno desearía hablar bien de él. Es por eso también que es difícil encontrar las palabras correctas frente a alguien devastado por un mal. De ahí la sensación de impotencia, apenas acompañada de miedo y estremecimiento, para cualquiera que se ponga a enseñar sobre el mal.

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